Variedades ancestrales de Bodegas Torres

Bodegas Torres, de la mano de su Director General, Miguel Torres, 
presenta en Valencia su proyecto de
 recuperación de variedades ancestrales




En Valencia estuvo hace unos días Miguel Torres Maczassek, director general de Bodegas Torres para explicar a la prensa valenciana uno de los últimos proyectos de la firma vitivinícola más importante de nuestro país.

Quizás sea uno de los planes más románticos y vividos de cuantos se ha embarcado la bodega hasta el momento, consistente en la recuperación de variedades de cepas que se creían extinguidas y que resistieron de forma casual el terrible envite de la filoxera que azotó Cataluña y al resto de España a finales del siglo XIX. Es lo que se conoce como variedades pre-filoxéricas.

Pero como todo, en Bodegas Torres, las cosas importantes se toman su tiempo, y este proyecto de recuperación de variedades ancestrales comenzó hace más de 35 años, cuando empezaron a observar que en muchos pueblos y lugares recónditos de la geografía catalana era posible que variedades de uvas, muchas de ellas desconocidas en la actualidad, hubieran podido resistir el paso del tiempo y se pudieran recuperar. 
 
 

Para lograr su fin, Bodegas Torres puso anuncios en la prensa para que todo aquel que tuviera en sus tierras cepas desconocidas o supiera donde había alguna se lo comunicaran y un equipo formado expresamente para tal fin iría a recogerlas.

Con la inestimable ayuda de la Universidad de Montpellier se analizaron las muestras con un casi 100% de fiabilidad, lo que permite identificarlas y categorizarlas, así como sanearlas, reproducirlas y posteriormente valorarlas y ver su adaptación al campo y su ulterior potencial enológico. 
 
 

Hasta el momento, y en todos estos años, han encontrado 50 variedades desconocidas, y a cada una le han puesto el nombre de los lugares en los que se han encontrado. Actualmente están trabajando con 6 cepas que muestran un gran interés enológico para poder llegar a transformarse en un futuro en grandes vinos.

Forcada (uva blanca) y Pirene, Gonfaus, Moneu y Querol (uvas tintas) en su añada del 2016, fueron las propuestas que fueron mostradas en una cata única en la que los asistentes gustamos de aromas y sabores pocas veces disfrutados.

Todos los vinos de muestra fueron presentados en forma monovarietal, aunque como indicó Miguel Torres, la bodega está realizando todo tipo de pruebas, coupages y distintas formas de elaboración hasta encontrar la forma idónea de expresión de cada uno.

La Forcada, uva blanca de la parte alta del Penedés, mostró aromas cítricos, con un punto de flores blancas y en boca despuntó por sus notas cítricas (pomelo, limón…). 
 
 

La Pirene, encontrada en el pre-Pirineo y procedente de la finca Sant Miquel de Tremp posee un color intenso pero no masivo, destacando su aroma fresco, mineral y especiado.

En cuanto a la Gonfaus, a mi parecer con uno de los aromas más curiosos de la cata, pues destacaban poderosamente sus perfumes de piel de naranja y de melocotón maduro, sobresalía en boca gracias a su confitura de frutas muy maduras, su untuosidad y su excelente acidez.

La uva Moneu se distinguía en nariz por sus aromas a moras, ciruelas y cerezas frescas, resaltando en boca por su persistencia, lo que le convierte en un vino probablemente de guarda.

La Querol, procedente de la finca Murales, expande aromas a frutos del bosque y zumo de granada. Un vino elegante de taninos intensos.

Esta apuesta por la recuperación de variedades ancestrales tiene mucho de recuperación de un patrimonio que no se desea perder, o como dice Miguel Torres, miembro de la quinta generación de Bodegas Torres: “Volviendo al pasado y recuperando las variedades que utilizaban nuestros antepasados, podemos mirar hacia el futuro y encontrar esa autenticidad que dará lugar a vinos singulares y diferentes de cualquier otro vino conocido hasta el momento”.