La Gallineta. Cuando la honestidad se apropia de un restaurante


La Gallineta. Cuando la honestidad se apropia de un restaurante







El otro día tuve la suerte, y digo suerte porque de esa forma lo viví, de poder asistir junto a un pequeño grupo de compañeros periodistas gastronómicos, a una cena en el céntrico restaurante La Gallineta, ubicado en el número 7 de la calle Conde Altea, una zona de Valencia que cuenta, desde hace ya mucho tiempo, con una gran y variada oferta gastronómica. 

Fue una velada íntima e inusual en la que pudimos conocer muy bien a su propietario, Arturo Salvetti, que nos relató el interesante periplo personal y profesional que le llevó a convertirse en propietario de La Gallineta. Me gustó mucho lo que nos dijo, sobre todo su franqueza, y me agradó especialmente saber que ha sido cocinero antes que fraile, pues un buen día descubrió que aunque los fogones son lo suyo, la sala le seduce irremediablemente.

Alcachofas confitadas con jamón de bellota

También he dicho que fue una cena inusual, y lo fue, porque aparte de que Arturo Salvetti nos mostro unos interesantes platos de los que hablaré un poco más adelante, cada uno de nosotros, pudimos hablar de cual había sido nuestra motivación para dedicarnos al periodismo gastronómico de forma profesional, y fue esclarecedor e incluso divertido, descubrir las motivaciones de cada uno.

Figatells de sepia

Lo primero que llama la atención al entrar en La Gallineta es la tranquilidad que se respira y esa decoración en tonos blancos que acrecienta la sensación de espacio y le da un punto de elegancia atemporal a todo la sala.

Ceviche Galleta de corvina

La cocina que proponen tanto Arturo como su equipo es honesta, natural con mucho sabor y plenamente mediterránea, ofreciendo una gastronomía en el que producto fresco y estacional es pieza básica, pues todo se compra en el cercano mercado de Ruzafa, para preparar platos creativos que muestran momentos estelares en sus arroces y fideuas al mediodía, y también con las carnes y los pescados en propuestas únicas como el Calamar de playa con romescu o la Lasaña de rabo de toro.

Canelones de pollo de corral


Los platos que se sirvieron durante la cena fueron una Croquetas de txangurro cuya cobertura crujiente y bien desarrollada dio paso a un interior de gran potencia de sabor, unos finos Figatells de sepia, luego vinieron unas Alcachofas confitadas con jamón de bellota que me gustaron especialmente pues no había ningún ingrediente que disfrazara el sabor pleno de la hortaliza y la honrosa calidad del jamón. Muy destacable el Ceviche Gallineta de corvina, que se hallaba en su punto justo de cilantro (¿Por qué muchos cocineros piensan que poner cilantro a un ceviche es ponerle mucho cilantro?) y sin necesidad de nadar en la consabida leche de tigre. También muy logradas las Torrijas de pulpo con alioli de ajo asado, y majestuoso, sabroso y sencillamente únicos, los Canelones de pollo de corral, que por sí solos merecerían una visita a la Gallineta, pues la sensación que transmiten es como la de estar comiendo canelones cocinados por tu abuela en el día de tu cumpleaños. Creo que con esto lo digo todo sin decir mucho. 



Muy buen servicio, trato personal y excelente carta de vinos que muestra interesantes y arriesgadas elecciones, son el contrapunto perfecto a un restaurante que destaca fundamentalmente por una honestidad y un saber hacer que permiten pasar una buena velada gastronómica en la buena compañía de Arturo Salvetti y el resto de componentes de La Gallineta.