Qué comer durante un viaje en avión
Desde
Eroski Consumer nos dan unos consejos sobre qué comer durante un viaje
en avión para evitar la retención de líquidos, la pesadez y las
molestias digestivas.
- Retención de líquidos. Repercute en la sensación de pesadez y de piernas hinchadas y cansadas. Cuanta más agua se beba, con mayor facilidad se eliminan los líquidos acumulados. Son más adecuadas las aguas sin gas y de baja mineralización. Beber zumos de frutas o de hortalizas (tomate), además de hidratar, nos provee de potasio, que ayuda a orinar más. Pedir un té o una infusión después del menú también es efectivo para orinar más y no retener líquidos. En la medida de lo posible, conviene no añadir más sal a las comidas que se sirven en el avión. La sal tiene sodio y este mineral retiene líquidos y entorpece la circulación, lo que empeora la pesadez e hinchazón de las piernas.
- Distensión abdominal, pesadez de estómago. Para prevenir la formación de gases y las malas digestiones, antes y durante el vuelo se debe evitar comer demasiado, así como las comidas grasientas o muy condimentadas. Es aconsejable evitar también el consumo de verduras flatulentas, como alcachofas, pimientos o cebollas (en especial crudas), pepinos y verduras de la familia de las coles. La lechuga también causa la molesta hinchazón abdominal, por lo que se evitará tomarla en la cena si el vuelo es nocturno. Las bebidas carbonatadas, con gas, proporcionan sensación de hinchazón y distensión abdominal, de manera que se deben evitar en la medida de lo posible. Si el problema de la distensión abdominal es muy acusado y molesto, se puede comenzar días antes a tomar, como preventivo, un complemento de probióticos (bifidobacterias y lactobacilus) para reforzar la flora intestinal y combatir los gases. La mezcla de varias plantas digestivas y carminativas (favorece la expulsión de gases) en infusión (hinojo, anís, manzanilla, melisa y regaliz) puede ser un buen remedio para tomar en sustitución del café, ya sea de postre o entre horas.
- Hipoglucemias y mareos. Son causa de debilidad, fatiga, mareos, turbidez de la vista y mental, sudoración, náuseas y ansiedad debido a la falta de glucosa, principal sustrato energético del cerebro. Estos síntomas son posibles si se llevan muchas horas sin probar alimento o tras picotear solo alimentos y bebidas dulces. Para no llegar a esta situación indeseable, es indispensable que las comidas incluyan hidratos de carbono complejos; un trozo de pan, un bocadillo, algo de arroz o de pasta, unos colines o unas tortas de cereales… Si a pesar de esto sucede, la manera rápida y eficaz de resolverlo es tomar un alimento rico en azúcares, como un sobre de azúcar o un zumo. A continuación, una vez que la persona se reponga del malestar, conviene completar la comida con algo más sustancioso, donde haya mezcla de azúcares rápidos (fruta, yogur) e hidratos complejos.
El médico aeronáutico José María Pérez Sastre, miembro de la Sociedad Española de Medicina Aeroespacial (SAME)
advierte en una publicación sobre los cambios fisiológicos que suceden
en el organismo cuando se viaja en avión a 10.000 metros de altura.
Son cambios importantes, que requieren adecuar la alimentación. Los
principales son: disminución de la movilidad del tubo digestivo (por lo
que el vaciado del estómago es lento), reducción de la secreción
gástrica y expansión de los gases intestinales.
A esto, que no es poco, se añaden las variaciones en la presión tras
el despegue. Estas provocan que el aire seco de la cabina reseque la
nariz y se adormezcan hasta un tercio de las papilas gustativas. Ambos
factores entorpecen el olfato y el gusto, por lo que apenas se disfruta
de la comida.